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"Violencia y ambición desmedida son por población que no cree en Dios"

Lo dijo el obispo de la Santísima Concepción, Miguel Ángel Cabello, durante la homilía de la misa en honor a Caacupé.



Durante el cuarto día de novenario de la Virgen de Caacupé, el obispo de la Santísima Concepción, Miguel Ángel Cabello, resaltó que la ambición desmedida y la búsqueda del enriquecimiento a toda costa, tiene su raíz en una población que no cree en Dios y que ora mal, sin proyecciones en la vida.

Bajo el tema de «Orar con la Palabra de Dios”, se realiza este viernes el cuarto día de novenario en honor a la Virgen de los Milagros de Caacupé, cuya homilía estuvo a cargo del monseñor Miguel Ángel Cabello, obispo de la Santísima Concepción.

En primer término, el obispo destacó la importancia de la oración en la vida de los cristianos y de toda la sociedad en su conjunto. “Hay muchas formas de oración, los rosarios en familia, en grupo, algunos lo hacen en silencio, otros hacen oración contemplando la naturaleza, que nos habla de la bondad y grandeza de su creador, nuestro señor”, añadió.

En ese mismo sentido, recordó que leer la biblia es fundamental para conocer a Dios, su palabra, su voluntad, su corazón y ante todo, su plan de salvación.

“Debemos educarnos y practicar el recogimiento, la calma interior para contrarrestar el ritmo frenético que llevamos, bajar los decibeles de los ruidos, controlar las distracciones y advertir de los mecanismos intencionados que utiliza la sociedad de consumo para embrutecer a las personas de tal manera que nos escuchen la voz de Dios o no vean la realidad, no sientan las necesidades de los pobres, no piensen o no se revelen para salir de las ataduras y volverse protagonistas de los cambios para una sociedad mejor”, indicó.

Asimismo señaló que la palabra escuchada y orada debe llevar a los cristianos a darse cuenta de sus faltas e impulsarlos a cambiar. “La palabra de Dios puede que me haya ayudado a reconocer que soy un deshonesto, un ladrón, un corrupto, ojalá, por tanto me comprometeré a cambiar mi vida, a respetar los bienes de mis semejantes, de la comunidad, del país, a devolver lo robado, a restituir de alguna manera a quien he perjudicado, a todo eso me tiene que llevar esa palabra escuchada y orada”, detalló.

En ese contexto, el religioso habló de los pobres y marginados, los indígenas pisoteados en sus derechos humanos y desalojados con violencia de sus tierras; así como de los campesinos abandonados a su suerte, de las mujeres maltratadas, víctimas de acoso y violación y de los jóvenes sin empleo y sin estudios, sobre todo invitó a “moverse para hacer algo por ellos”, subrayó.

Igualmente alegó que la violencia que sufre el Paraguay, así como la corrupción en las instituciones, la delincuencia, la ambición desmedida y la búsqueda del enriquecimiento a toda costa, la práctica del fraude, del robo, tienen en gran medida su raíz en una población que no cree en Dios, que quizás ora pero lo hace mal, sin el ánimo adecuado y sin proyecciones en la vida.

“La oración con la palabra de Dios debe llevar al creyente a convertirse en don para los demás, a poner en íntima relación la palabra y la vida, debe llevar a vivir el amor en los demás porque el que conoce y ama a Dios debe también amar a su hermano”, reflexionó.

Por otro lado, hizo un llamado a construir una sociedad mejor en base a la palabra de Dios, “aprovechando este año de la oración que comienza, a fin de aprender orar más y mejor, vivir coherentemente con la vida cristina  y así ayudar a mejorar a nuestro querido Paraguay”, aseveró finalmente.